Tanto a un lado del Atlántico como al otro, los giliprogres suponen que el mundo de la cultura está de su lado, y que aquellos (pocos) disidentes que haya guardarán silencio por miedo a salirse de la corrección política imperante.
Ambas suposiciones
son erróneas, a este lado del charco y al otro. Hay gente que, o bien son de
derechas, o bien se ponen el mundo por montera y llaman al pan, pan; al vino,
vino; y a los gilipuertas, gilipuertas. En España, entre los primeros, estaba
Alfredo Landa; entre los segundos, Pepe Sancho o Arturo Pérez-Reverte.
Lejos de
mí considerar que la Historia colocará a Donald Trump entre los grandes
presidentes de Estados Unidos. Pero lo que nadie podrá negar es que cuando
hablaba y actuaba no lo hacía por temor al qué dirán. Más bien todo lo
contrario: parecía buscar que hablaran de él, aunque fuera mal.
Abandonado
el Despacho Oval, en la sedicente tierra de los libres se ha desatado la
caza contra todo lo que huela a republicano. Y si alguien osa denunciar esta
nueva caza de brujas, emprendida esta vez por la izquierda -aunque tiende
a olvidarse que pocas cosas hay tan reaccionarias como un demócrata proveniente
del territorio al Sur de la línea Mason-Dixon- se le depura. Más aún si ese
alguien -la actriz Gina Carano- comete la osadía de comparar la
persecución de los republicanos con la que sufrieron los judíos en la Alemania nacionalsocialista.
La consecuencia
ha sido fulminante: la han despedido de la serie The Mandalorian y han
cancelado el spin-off que la tendría como protagonista. Lo gracioso es
que la excusa de Lucasfilm es que Sus publicaciones en las redes sociales
denigrando a la gente basándose en sus identidades culturales y religiosas son
aberrantes.
Teniendo en cuenta que lo que ha hecho Carano es comparar a los republicanos con los judíos en la Alemania nazi, lo que de verdad escuece es que de esa afirmación se deduce que los demócratas son los nazis.
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