A finales del mes pasado, la parte socialista del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer hizo el paripé de llamar a capítulo a la parte comunista.
Digo paripé
porque todos sabíamos que la llamada era más falsa que un euro de corcho. Y lo
sabíamos por dos razones: la primera, porque comparten intereses; la segunda
porque, aunque ambos se detesten -en realidad es más simple: un totalitario no
admite compartir el poder con nadie más-, se necesitan, rebus sic stantibus,
para mantenerse en el poder.
Es decir,
que cuando dijeron se acabó, ya basta o ateneos a las consecuencias, en
realidad no estaban diciendo nada. O, más bien, no iban a hacer nada. Porque,
dos semanas después, las cosas siguen igual: el Chepas pone en cuestión
que España sea una verdadera democracia, y la portavoz del consejo de ninistros
le echa un capote diciendo que estamos en campaña, al tiempo que confía en que la
vocación del vicepresidente, al denunciar la baja calidad democrática de
España, es mejorarla.
Dado que una democracia que se respete no admitiría comunistas en su gobierno, le propongo la primera mejora: que se largue del gobierno, más pronto que tarde.
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