Que el psicópata de La Moncloa era alguien ayuno de escrúpulos morales era algo que ya se sabía. Sin embargo, los niveles de abyección a los que era capaz de llegar no cabía sospecharlos.
O sí: alguien capaz de pactar con
quien estuvo a punto de devorarle por la izquierda, sólo para que ese pacto le
asegurase seguir disfrutando de la poltrona y de sus gabelas era alguien que
podía llegar a hacer cualquier cosa.
Pero es que, además, se ha producido
el espionaje de datos de su móvil y del de su esposa. Y, como siempre que suceden
cosas turbias que implican a posibles servicios secretos -piénsese en los
atentados del 11 de Marzo de 2.004, sin ir más lejos-, a uno se le va la vista
hacia el Sur, más allá de Gibraltar, de Ceuta y de Melilla.
A la satrapía del moro gurrumino,
donde el comendador de los creyentes hace y deshace a su gusto, desde poner
boca abajo la bandera del país del que está recibiendo una visita oficial hasta
conseguir que ese mismo país de un giro de ciento ochenta grados en su postura
sobre el Sáhara Occidental y pase a alinearse con Rabat.
O que acepte negociar una cesión del control aéreo de ese mismo territorio, que corresponde a España y que, de
cederse a Marruecos, daría a los alauitas la vigilancia de la seguridad en la
franja de mar por la que llega todo el petróleo y gas natural a Europa
procedente de grandes productores como Nigeria, lo que supone un objetivo
prioritario para la UE, la OTAN y EEUU. Si el psicópata de La Moncloa deja que
sodomicen a España vía su tafanario, Marruecos pesará aún más para Occidente y
España aún menos.
Qué no sabrán…
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