Hace mucho tiempo que la franquicia con barretina de los de la mano y el capullo dejó de ser la versión catalana de un partido (presuntamente) español para convertirse en un algo indistinguible de los secesionistas.
Han dicho las mismas cosas, han
hecho las mismas cosas y se han echado una mano unos a otros cuando ha sido
necesario. En este intercambio en general han salido ganando los
secesionistas que, al fin y al cabo, tienen mucha más práctica en esos
chanchullos.
Como hace tres semanas, cuando pesecatos e ierreceos pactaron los presupuestos regionales y salvaron la legislatura para los del bleferóptico con sobrepeso.
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