Vivimos en un mundo tan permeado por la llamada corrección política -de la izquierda, claro está- y por los ofendiditos -nuevamente de la izquierda, por supuesto- que casi causa extrañeza que los tribunales den la razón a alguien que se limitó a decir una verdad como un templo.
Vamos por partes. El FRAP (Frente
Revolucionario Antifascista y Patriota; vaya cacao mental, si algo no han sido
los comunistas en su refitolera vida es patriotas… pero vale, aceptamos barco
como animal acuático) fue una organización terrorista. El padre de Junior (no,
no Senior, ése fue el fundador de los de la mano y el capullo, entonces
el yunque y el tintero… las vueltas que da la vida) militó en esa organización
luego, por definición fue un terrorista; que no participara en acciones
violentas es lo de menos. Su hijo, Junior, alardeó públicamente del
pasado de su padre. Pero cuando alguien le llamó a la cara hijo de
terrorista, que lo es, montó en cólera, y su progenitor emprendió acciones
legales -por una vez no se quedaron sólo en amenaza… más le valdría haberlo
hecho- contra la parlamentaria (¿dónde quedó la inmunidad parlamentaria,
Merichel?) que le soltó a su hijo las verdades a la cara. Y ahora, por fin, se
ha desestimado la querella, y se ha condenado al querellante en costas.
Además de terrorista, tonto.
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