El título de esta entrada es la manera delicada de decir que, si escupes hacia arriba, es bastante probable que el salivazo te acabe dando en la cara.
Y eso es lo que le pasa, de tanto
en tanto, a la izquierda española, tan malvada como estúpida, tan lerda como
perversa. Aprueban normas con la intención de perjudicar a sus enemigos -pues
así es como la izquierda considera en particular a sus adversarios, y en
general a cualquiera que no siga su línea de pensamiento… sin darse cuenta de
que, llegado el caso, esas mismas normas les pueden ser aplicadas a ellos.
Es el caso del sindicato
comunista, que reclama continuamente aumentos salariales y negociaciones, pero
que mantiene a sus propios trabajadores en una situación que, de darse en otras
empresas, considerarían, no ya criticable, sino combatible: en Galicia están con
el convenio congelado desde 2.014, con unas retribuciones inferiores a las de
hace una década, y obteniendo ventajas laborales sólo a cambio de pérdidas de
poder adquisitivo.
Así las cosas, no es de extrañar que los trabajadores hayan abandonado la arquetípica ambigüedad de la región y se hayan declarado en huelga indefinida.
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