Hay un chiste -un editorial gráfico, llamaban a esas viñetas en tiempos del genial don Antonio Mingote- de Nieto en ABC en el que se produce (más o menos) el siguiente diálogo entre un niño y su abuelo:
- Abuelo, ¿qué es un facha?
- Un facha es un sujeto racista, xenófobo, machista, franquista, intolerante, antidemócrata…
- Abuelo, ¿y qué es un rojo?
- Un rojo es alguien que cree que los fachas existen.
En España ya no quedan
franquistas, salvo con carácter podríamos llamar homeopático (una parte
por millón, sobre poco más o menos). Antifranquistas, sobre todo retroactivos,
los hay a montones en la izquierda. Son, de hecho, gente tan obsesionada con Franco
que le ven en los sitios más inverosímiles, mientras que no se dan cuenta de
sus trazas en los sitios más evidentes (que, naturalmente, no voy a decir para
no darles pistas).
Prueba de ello es el hecho de que
hayan retirado, de la galería de retratos del Ministerio de Justicia, el de
Landelino Lavilla, por considerarlo un vestigio franquista. Ya lo he
dicho un montón de veces, pero lo repetiré porque me produce satisfacción el
hacerlo: en su empeño en borrar todo rastro del franquismo, va a acabar dando
la impresión de que la ilegal e ilegítima segunda república española
desapareció ella solita.
Que es, en realidad, lo que ocurrió, mira tú por dónde.
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