Que el psicópata de La Moncloa tiene todas las taras mentales y morales posibles era algo de lo que muchos estábamos ya convencidos.
Pero es que, por si no fuera suficiente,
hay gente que aporta más datos. Como Máximo Huerta, el breve, que fue ministro
de Cultura apenas una semana antes de tener que dimitir por algo que, si bien
era ético, no quedaba demasiado estético (a lo peor me equivoco y ni siquiera
era ético).
Cuando el bueno de Máximo fue a la
sede de la presidencia del gobierno para informar al primer ministro de su
intención de dimitir, el visitado no le escuchó y empezó a hablar de sí mismo y
de cómo sería recordado en la Historia.
Este mamarracho padecía del síndrome monclovita incluso antes de cambiar el colchón.
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