Como he repetido muchas veces, no hay -nunca ha habido- una dicotomía en el PSOE, un PSOE bueno y un PSOE malo. Sólo hay un PSOE, y es malo.
Ya lo fue desde su estreno
parlamentario, cuando su fundador no tuvo el menor reparo en señalar que,
cuando el atenerse a la legalidad no les permitiera alcanzar sus objetivos, actuarían
al margen de la misma.
Y en su historia más que
centenaria, cuando cualquier dirigente ha mostrado el más mínimo escrúpulo, o tentación
de actuar de manera correcta, aunque eso supusiera que dejarían de detentar el
poder, ese dirigente ha sido indefectiblemente apartado, purgado, periclitado… ha
dejado, como dijo aquél, de salir en la foto.
Por eso, hay que felicitarse de
que los candidatos, además de Isabel Díaz-Ayuso -en Madrid es una constante que
las presidentes regionales les digan las del barquero a los bancos de la
izquierda- empiecen a expresar claramente esa verdad incontrovertible. O, como
ha dicho la candidata popular a la alcaldía de Zaragoza, cualquier persona del PSOE es sanchista, no hay un PSOE bueno.
Aunque, en realidad, la primera parte de su aserto, aun siendo correcta (por acción o por omisión contribuyen a que el psicópata de La Moncloa esté donde está), sobra.
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