Los comunistas, tradicionalmente, han sido malvados y no demasiado inteligentes. Los actuales, además, resultan de un cursi que repele.
Es el caso del enterrador de Izquierda
Hundida, a la sazón ninistro de Abstinencia -creo que lo he
comentado más veces, pero ¡qué difícil es encontrar un antónimo a consumo-,
un proletario que se fue de viaje de luna de miel a Nueva Zelanda, y que
recientemente ha sido padre de familia numerosa.
Como buen giliprogre, ha
tirado de sanidad privada -eligió un hospital de gestión privada- para el feliz
acontecimiento, lo que no le ha privado de felicitar a la sanidad pública y de
emplear figuras retórica alambicadas al dar la noticia, como decir que su hijo ha
decidido nacer.
Mientras, gente como él y sus correligionarios han decidido que muchos otros niños no puedan nacer, porque sean asesinados en el seno de sus madres. Que es una manera un poco simple de describir la situación, pero que es una situación que me sulfura bastante, así que perdón por el exabrupto.
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