Sin apenas tiempo para reflexionar sobre el resultado de las elecciones municipales y regionales del Domingo -vale, para reflexionar sí, porque prácticamente no hago otra cosa, aunque sea en segundo plano, pero no para poner las reflexiones por escrito, y menos aún para publicarlas-, el psicópata de La Moncloa decidió disolver las Cortes Generales y convocar a elecciones nacionales para el próximo 23 de Julio.
Que el gañán que preside el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer -esperemos que
ya por poco tiempo- no guarde las formas es algo que no debería sorprendernos,
porque lleva haciéndolo desde que cambió el colchón de la residencia oficial
del primer ministro de España y empezó a detentar el puesto. Tan pronto utiliza
vehículos oficiales para actividades particulares -familiares tengo que lo
defienden, porque al fin y al cabo es la tercera autoridad del Estado y tal
figura tiene unos requerimientos especiales… pero supongo que si el presidente
del Gobierno fuera de derechas, habrían puesto el grito en el cielo- como hace
esperar a Su Majestad el Rey, a quien Dios guarde muchos años, pasa por delante
de él en las puertas o se coloca a su lado cuando no le corresponde. Por eso,
que haya omitido someter la decisión a la deliberación del gabinente -una mera
formalidad, porque habría sido un coro de sí, bwana, pero las formalidades
están para ser observadas- no pasa de ser un suma y sigue.
En cuanto al por qué lo ha hecho,
equivale a preguntarse para qué. Pedro Sánchez no es un estratega, no piensa a
largo o siquiera a medio plazo: es un tacticista que actúa siempre a corto
plazo, reaccionando según las circunstancias y cambiando de idea según piense
que le va a beneficiar.
Es decir, que nada de he
entendido el mensaje, nada de hay que dejar hablar a los españoles. Si
lo ha hecho, es por la única razón por la que siempre hace todo: él mismo. Para
poder detentar el poder más tiempo, y para no tener que enfrentar críticas
internas (alguien con su -injustificado- ego no soporta que le digan las del
barquero), porque las externas las tiene aseguradas.
Al modo de Hitler en su búnker,
nadie osa decirle que se está quedando solo, que ya no tiene efectivos, que la
derrota es segura. Sólo queda, como en el Berlín de la primavera de 1.945, ver
cómo las ratas, de una en una o de dos en dos, van abandonando el barco,
dejando sólo al tirano para que, desesperado, desengañado o despistado, acabe
con su vida…
…política.