Vamos a admitir que el cambio climático antropogénico es una realidad. Vamos a admitir también que, a pesar de que los alarmistas atmosféricos se desgañitan diciendo que ya es tarde, todavía estamos a tiempo de revertir la situación (algo que, incongruentemente, también proclaman esos mismos alarmistas).
Pues cuando la Unión Europea
admite que la transición climática -expresión que, tomada aisladamente,
podría equivaler a cambio climático, pero que en la jerga burocrática
bruselense parece querer decir transición hacia la neutralidad climática…
y vuelta la burra al trigo, porque ¿qué coño es la neutralidad climática?- va a tener una repercusión económica y social difícil de evaluar, lo que quiere
decir está clarísimo.
Que nos va a salir por un ojo de la cara y parte del otro.
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