No recuerdo quien dijo, al final de la Segunda Guerra Mundial, que los fascistas del futuro serían los antifascistas. Acertó y, al mismo tiempo, erró.
Acertó porque los que en la
actualidad tienen un comportamiento calcado al de los fascismos de entreguerras
son los grupos que, sean de la variedad que sean (paleocom, neocom,
ecologismo sandía, antisistema, terroristas), se definen a sí mismos
como antifascistas.
Y erró porque el fascismo sigue donde
nació: en la izquierda. Ese origen que la izquierda pretendidamente democrática
desearía que se olvidara, y que la derecha acomplejada no es capaz de echarles
a la cara a los herederos de Marx.
Aquí, en Lloret de Mar y en la China comunista, que
diría Pérez.
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