Que los socialistas españoles tienen la cara de hormigón armado es algo que se da por supuesto. Sin embargo, no habíamos tenido hasta ahora al frente del ejecutivo estatal un psicópata del calibre de quien preside el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
Es alguien a quien todo y todos,
salvo él, le importa un comino. Y lo peor de todo es que le da lo mismo que se
sepa o no, porque no se molesta en disimular. Así, cuando el Banco Mundial le pide por carta ¡por carta! que pague a los inversores afectados por la retirada
de la prima de las renovables, ¿crees, amable lector, que Sin Vocales se
apresuró a echar mano a la cartera (a la cartera de todos los españoles salvo
él, claro está)?
¡Quiá! Respondió, vía la abogacía
del Estado, que no piensa aflojar la mosca, pero que lamenta que la situación
genere una publicidad indebida (¿indebida a qué? Debida y muy debida, igual
que las primas impagadas) que va en detrimento de los intereses y de la imagen
del Reino de España.
Lo único que se ajusta a la realidad de todo este asunto: que como país estamos quedando como el mismísimo culo.
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