Como a todos los progres patrios, al psicópata de La Moncloa le pirra todo lo yanqui, y ha estado persiguiendo -literalmente- un encuentro con el pedófilo senil hasta que, al final, lo ha conseguido.
Un encuentro y no más, porque -a
diferencia de lo que ha hecho con otros mandatarios (llamar líder a Sin
Vocales es devaluar mucho el término… conductor de cabestros es más
ajustado a la realidad) que le han visitado-, el inquilino del 1.600 de la
Avenida Pensilvania no ha condescendido a dar una rueda de prensa con él, y ha
tenido que contestar la preguntas de la prensa solo, en un aparcamiento y sin atril.
Y como no pierde la ocasión de
meter la pata, aprovechó el viaje para entregar la Gran Cruz de Isabel la Católica a otra momia política, Nancy Pelosi, que lo único bueno que ha hecho
en su vida política ha sido visitar Taiwán y cabrear a los chinos comunistas,
pero que fuera de eso se ha dedicado a abanderar la leyenda negra contra
España.
Porque conviene recordar, aunque
se diga poco -precisamente porque no se dice lo suficiente- que si alguien cometió
genocidio contra los indígenas americanos fueron, precisamente, los
estadounidenses.
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