Tan peligroso es en política no creer en nada como creerse cualquier cosa. Dentro de la extrema izquierda tenemos dos ejemplos paradigmáticos.
El primero es la marquesa de Villa
Tinaja, una zopenca ilustrada -pasar por la universidad no significa que la
universidad pase por una- que parece convencida de todas las sandeces,
insensateces y demás heces que suelta por esa boquita que Dios le ha
dado.
El segundo es Egolanda, una
veleta que tan pronto dice una cosa como la otra, siempre con ese tono cadencioso
que crispa los nervios y que parece empeñada en soltar treinta palabras cuando
con tres bastaría (recordemos la explicación de los ERTEs, que contaban pero no
computaban).
Y tanto una como otra han sonado
-en boca del Chepas como posibles primeras mujeres en presidir un
consejo de ministros en España. Anda, que íbamos aviados en tal caso…
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