A nadie le gusta que le abucheen, aunque a algunos nos importa menos que a otros. Lo mismo pasa entre los políticos.
En esto, como todo, hay grados. Al
psicópata de La Moncloa, por ejemplo, cuando es criticado se le tensan los
maseteros y casi puede oírse el rechinar de dientes. El tucán de Fene, tan
risueña ella, parece ser también de las que adoran el aplauso popular, aunque
sea alquilado.
Por eso, debería fijarse en con
quiénes se junta, porque corre el riesgo de que la salpique la mierda. Como hace
tres semanas en Barcelona, cuando concurrió a un acto con la bruja Piruja,
y fue interrumpida por los gritos contra la primera edil de la ciudad condal.
Al menos, así dejó de torturar al
respetable con su habla falsamente cadenciosa.
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