La votación en el Congreso de los Diputados de la infausta e infame Ley Sánchez-Montero, también conocida como del sólo sí es sí, dejó al descubierto, por sus reacciones, el verdadero carácter de sus dos progenitores.
El padre del engendro legislativo
reaccionó con la gallardía que le caracteriza; es decir, ninguna en absoluto. Tomó
las de Villadiego, se subió al Falcon y se marchó a Doñana a hacer de oposición
de la oposición, esa oposición que es la única que le ha apoyado con el
gatillazo normativo (perdón, quería decir marcha atrás… en qué estaría
yo pensando). Incapaz de reconocer su error -tan errado esta siempre que más
bien parece un asno herrado, y que me perdonen los jumentos por la odiosa comparación-,
se refugió en un foro presuntamente amigo y soltó sus soflamas inanes, que a
nadie convencen salvo a los ya convencidos.
Y luego está la madre del aborto
normativo, la marquesa de Villa Tinaja, la que fuera calientacamas del Chepas
y madre de sus tres hijos, acompañada sólo por Juanita Petarda. Ver cómo se
estrella tu proyecto estrella tuvo que ser duro para alguien tan
soberbio y sectario como ella.
Eso sí, no nos confundamos: los
pucheros que amagó no fueron por sentir pena, compasión o solidaridad para con
las víctimas de los delincuentes que su bazofia legal ha favorecido. Fueron de
pura frustración al tener que soportar que le enmendaran la plana con luz, estenotipistas
y hasta cámaras de televisión.
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