Para los secesionistas catalanes -supremacistas, racistas, xenófobos… fascistas, en suma-, los que llevan barretina son seres superiores, más altos que los demás, más guapos que los demás, más inteligentes que los demás. Y si esos demás son españoles, ya ni te cuento.
Luchando contra viento, marea y
el latrocinio de España, que lleva siglos negándole a esa esquinita todo lo que
merece porque es suyo por derecho divino (no olvidemos que si Jesús, pudiendo
nacer en Bilbao, eligió nacer en Belén, su padre llevaba barretina), lograron
organizar no uno, sino dos, procesos de consulta popular en los que uno de cada
cuatro catalanes con derecho a voto (votaron tres de cada diez, y de los que
votaron cuatro de cada cinco se declararon a favor de la república que no
existe, lo que demostraría que allí prácticamente votan sólo los idiotas) dio el
sí a la independencia.
Pues a pesar de semejante
despliegue logístico -o quizá es que agotaron todo su talento en los dos butifarrendum-,
no han conseguido organizar unas simples oposiciones (para sus delirios identitarios, además), y el caos en los exámenes
para interinos de la administración catalana (aulas abarrotadas, hasta siete
horas de espera sobre la hora prevista del inicio del examen, irregularidades
en los procedimientos, fallos en la identificación, falta de mobiliario,
ninguna garantía) se ha cobrado la cabeza (funcionarial) de la directora general
de Función Pública y ha evidenciado la incompetencia del consejo regional de gobierno.
Quizá fuera porque las
contestaciones iban más allá del sí o el no, o porque no podían meter
las urnas previamente rellenadas. O quizá es, simplemente, porque sobre malos,
tontos.
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