Cuando comenzó la campaña electoral -hace apenas dos semanas ¡la de cosas que han pasado desde entonces!-, la gran noticia fue que el partido político patrocinado por la organización terrorista vasca de ultraizquierda -que no perdió, y que está viva- incluía en sus listas para los comicios municipales a algunos de sus patrocinadores.
Ante la noticia, la reacción fue
dispar, tanto en lo que respecta a ambos lados del espectro político como
dentro de los mismos. Así, Vox criticó sin fisuras la situación, mientras que
el PP lo hacía vehementemente en algunos casos -Isabel Díaz-Ayuso, ¿quién si
no?- y más tibiamente en otros (básicamente, el aparato de Génova).
En la izquierda, los neocom
de todo pelaje apoyaron, como en Fuenteovejuna -todos a una- el que los terroristas
hicieran lo que quisieran (no en vano son aliados en su afán de destruir España),
puesto que se trata de un partido democrático (falso: ninguno de los que
tienen representación parlamentaria lo es realmente y, por lo tanto, todos
serían inconstitucionales); mientras que los miembros del desgobierno
socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer que se sientan en la
bancada de los de la mano y el capullo a los que la prensa se dirigía para
preguntarles su opinión salían corriendo como alma que lleva el diablo, primero,
y daban largas cambiadas, después.
En Navarra, la presidente de la
comunidad foral, que detenta el cargo gracias al permiso de los terroristas,
defendió que era legal que hubiera terroristas de ETA en las listas de ETA (ella dijo Bildu, pero cualquiera con dos dedos de frente y otros dos de decencia saben que ambas organizaciones son una y la misma). Y como ni para dar excusas se ponen de acuerdo, y el psicópata de La Moncloa mira
sólo por sí, dijo desde Washington que podía ser legal, pero no decente. Parafraseando
a Forrest Gump, indecente es quien pacta con quien hace indecencias.
Ni Chapote les va a votar…
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