Como decía ayer a la hora del café (en mi caso, té), al comentarle el asunto a una compañera de trabajo, la primera vez que entré en contacto con esta historia mi edad debía medirse en un solo dígito. Si no recuerdo mal, fue en el tebeo Mortadelo, de la Editorial Bruguera, donde durante bastantes semanas dedicaron una página a publicar una versión ilustrada del mito; versión que, como no adquirimos todos los números, conocí de manera discontinua.
Ahora sé, o deduzco, que se trataba de la historia
que podríamos llamar escandinava -por más que probablemente derive de, o
se recoja en, la literatura islandesa, país que queda bastante lejos de Escandinavia-,
y que se resume en lo siguiente: la historia empieza con los padres de Sigfrido
(Sigmundo y Sieglinda), sigue con la crianza de Sigfrido por Alberico, la
muerte de Fafnir por Sigfrido, el rescate de Brunilda -que ha sido castigada
por Wotan (Odín), al desobedecerle en relación con Sigmundo, a yacer dormida rodeada
de un círculo de llamas- por Sigfrido, el favor de Sigfrido (en los
poemas épicos, los héroes son gente muy ocupada) a Günter de vencer a Brunilda
para que el rey pueda desposar a la valquiria y le permita desposar a su
hermana Krimilda, la muerte de Sigfrido por Hagen y la inmolación de Brunilda en
la pira funeraria del héroe, mientras el oro de los nibelungos pasa a ser el
oro del Rin. Se corresponde, por lo tanto, básicamente con la trama de la tetralogía wagneriana.
El Cantar es, en cambio, la versión germánica
de la leyenda. Es una versión completamente atea, en el sentido de que no hay
intervención divina (ni cristiana ni pagana) de ninguna clase. Empieza con Sigfrido ya crecido y
enamorado de Krimilda; sigue con la cadena de favores a Günter en relación con
Brunilda, aquí sólo una doncella guerrera que mata a los pretendientes que no
logran vencerla (tal que la Atalanta griega), continúa con el asesinato de
Sigfrido por Hagen (del que es cómplice Günter, que de cobarde pasa a miserable)…
todo esto sólo en la primera mitad del poema. Porque en la segunda -que no
conocí hasta que, ya con dos dígitos de edad, tuve que informarme (en una
enciclopedia ¡de papel!) para un trabajo del colegio- Krimilda se casa con Atila,
invita a sus parientes a la corte del huno y allí acaba con ellos.
Se trata, como he dicho (y a diferencia de
otros poemas épicos de la época, como el Mío Cid o la Canción de Roldán), de una narración en la que el cristianismo no interviene para
nada; bastante sanguinario, tanto más cuanto más avanza la trama, hasta
desembocar en una orgía final de sangre (literalmente); e hiperbólico en grado
sumo, puesto que cualquier rey o señor poco menos que silbaba y le surgían
rápidamente contingentes de centenas, por no decir miles, de soldados.
Supongo que lo próximo que caerá, no sé
cuándo, será la Canción de Roldán…
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