El título II de la Constitución, dedicado a la Corona, dedica el apartado primero de su primer artículo, el cincuenta y seis, a establecer que el Rey, además de ser el Jefe del Estado, es símbolo de su unidad y permanencia.
Y Su Majestad el Rey don Felipe VI, a quien
Dios guarde muchos años, no pierde ocasión de cumplir con esta función, tanto
más cuanto peor está la situación en España. Así lo hizo hace un mes, en la ceremonia
de entrega de despachos a la septuagésimo segunda promoción de la carrera judicial.
Allí, en Barcelona, en plena bajada de pantalones del psicópata de la Moncloa ante Cocomocho por la ley de amnistía, aprovechó para defender la independencia de la justicia y el respeto por las resoluciones judiciales,
considerando al Poder Judicial como una pieza clave en la arquitectura
institucional diseñada por los constituyentes sabedores de que el respeto por
las resoluciones judiciales y la igualdad de todos ante la ley son condiciones
indispensables en una democracia.
Todo esto, delante del ninistro
Bolardos.
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