Dicen que el barón de Coubertin dijo aquello de lo importante no es ganar, sino participar (a cambio, dicen que el padre de Mark Spitz dijo ganar no es lo importante, ganar es lo único). Es decir, que alguien con espíritu deportivo debe aceptar de igual manera la victoria que la derrota, mientras haya dado de sí todo lo posible.
El psicópata de la Moncloa no tiene, en este
sentido, espíritu deportivo. Es mal perdedor y mal ganador, rencoroso en el
primer caso y soberbio en el segundo. Y, por encima de todo, es cobarde, porque
juega sólo cuando está seguro de ganar.
Alguno me dirá que el hecho en el que me
estoy apoyando para hacer esta crítica es aplicable a todos los políticos, es
decir, que en las mismas circunstancias todos (o casi todos) harían lo mismo.
Es probable, pero este es mi blog y atizo a quien me apetece, y me apetece
atizar a quien está al frente del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer.
Vamos, que la noticia era que el gobierno se planteaba no llevar la amnistía a votación si no lograba un acuerdo previo con
los jotaporcatos. Que esto era un paripé parecía fuera de toda duda, porque
había quedado palmariamente demostrado que, pidieran los que pidieran los del
huído de Waterloo, en Moncloa se lo iban a conceder (que luego lo llevaran a
cabo es otro tema).
Pero, si tan importante era la norma, tan decisiva para la reconciliación y la convivencia, ¿no debería alguien que verdaderamente mira por el bien mayor arriesgarse, aun con la posibilidad de perder?
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