La progresía internacional -léase, la izquierda, tanto más progre cuanto más extrema- siempre ha identificado a los regímenes judeófobos (lo de antisemitas ya he dicho que lo considero inexacto) europeos del periodo de entreguerras del siglo pasado (los fascismos) de extrema derecha. En realidad, como ya he señalado muchas veces, tanto el fascismo italiano como el nacionalsocialismo alemán (eh, ¿qué parte de socialismo no entienden?) se originaron en la izquierda.
Algo que ha mantenido la izquierda tras la
segunda guerra mundial es el odio furibundo a los judíos; sólo que, como ya
tienen una patria propia, Israel, pueden disimular esa fobia atacando al país,
no a la comunidad religiosa o étnica (porque hay israelitas -nacionalidad-
judíos -religión- que no son hebreos -etnia-, y no veo que en los dicterios
contra la única democracia de Oriente Medio se haga salvedad de esas personas).
Eso conlleva, de rebote, el apoyar a
cualquiera que se oponga a Israel, aunque la conducta de ese alguien sea de lo
más vituperable: tanto da que sea una teocracia machista, homófoba y represora o
un grupo terrorista, la izquierda internacional siempre encontrará el modo de
ser comprensivos con ellos.
Y la izquierda española, que en esto es más progresista que ninguna -especialmente desde la creación del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer-, lo hace más que nadie. Y redobla su apoyo (financiero, que es el que duele) a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo cuando más se evidencian sus vínculos con los terroristas palestinos y el resto de Occidente le da la espalda.
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