Si no recuerdo mal mis lecciones de Derecho romano, justicia era, en la ancestral definición, darla a cada uno lo que le corresponde. Se trata, por tanto, de algo objetivo, ecuánime, algo en lo que no deben entrar en juego elementos ideológicos.
Porque cuando la ideología anda en danza,
medra la injusticia. Es el caso de las mal llamadas normas de género,
esas que asumen que todos los varones (según la concepción arcaica, retrógrada,
heteropatriarcal) son malos y todas las mujeres poco menos que seres angelicales).
Es el caso de que se declare en desamparo a
una menor y la justicia se resista a quitarle la custodia a la madre a pesar de
haber sido denunciada por abandono de menores, tráfico de drogas, ocupación y
consumo de alcohol.
Pero, eso sí, la culpa es de los hombres.
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