Resulta bastante probable que el inventor de la ley del embudo fuera un antepasado lejano y común de los socialistas españoles y los separatistas catalanes. Porque pocos colectivos hay en este malhadado mundo que con tanta frecuencia exijan un comportamiento a los demás mientras ellos llevan a efecto exactamente el contrario.
Porque, mientras que poco menos que se exigió
al candidato del Partido Popular que se presentase al debate de investidura
tras las últimas elecciones generales, Paquita Alcanfor dio al psicópata
de la Moncloa todo el tiempo necesario. Y mientras ocultó información relevante
a los dos partidos de la oposición, concedió una prórroga a suciolistos
y jotaporcatos para seguir mercadeando con España en la negociación sobre
la ley de bajada de pantalones.
Lo más llamativo es que, mientras que la tramitación
de la norma se está haciendo por la vía de urgencia, que permite evitar los
controles institucionales (los dictámenes del Consejo de Estado o del General
del Poder Judicial), también acorta los plazos a la mitad.
Y si doblamos lo que redujimos a la mitad, a
lo mejor es que la cosa no corría tanta prisa… ¿no?
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