Uno casi preferiría que la caterva de desgraciados que nos toca padecer en forma de desgobierno se dejaran de disimulos y fueran de frente, en lugar de fingir lo que no son. Es como lo que me ocurría con Felipe González, que cada vez que se quitaba las gafas y decía Mire usted sabía que me iba a meter una trola del tamaño de la corrupción del PSOE (que ya es decir).
Hace
un mes, la fiscal general del desgobierno pareció tener un gesto con las
víctimas de los ocupas, al anunciar que emitiría una instrucción para los
fiscales sobre cómo actuar ante los usurpadores. Entre los abogados defensores
de los propietarios ya se sabía que era una pose de la exministra socialista y
que no servirá de nada.
Porque
la amiga especial del juez prevaricador no está por la labor de cambiar
la ruinosa legislación que favorece los actos delictivos. De hecho, argumentó,
durante su intervención en el acto de Apertura del Año Judicial en el Tribunal
Supremo, que las leyes actuales son suficientes para luchar contra el
problema de la ocupación de viviendas.
Lo
cual quizá sea cierto… pero sólo si se aplican, añadiría yo. Cosa que, mucho me
temo, de momento no ocurre. Así que, de momento, lo más conveniente es que algún perroflauta venido a más se vaya a vivir cerca de uno, porque eso le asegura protección policial las veinticuatro horas del día, los trescientos sesenta y cinco días del año.
Trescientos sesenta y seis si, como éste, es bisiesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario