Con independencia de que el gobierno regional de Madrid lo haya hecho mejor o peor, el hecho es que el desgobierno socialcomunista lleva tiempo dando todas las muestras de estar decidido a derribar lo que es, sin duda ninguna, el mascarón de proa de la oposición a sus políticas.
Por
ello, nada importó que cuatro comunidades autónomas -nada menos que Madrid,
Cataluña, Andalucía y Galicia; es decir, así, a ojo, media España en términos
de población- y Ceuta rechazaran el plan del filósofo perico. Éste estaba
decidido, y así lo hizo, a llevar al BOE las restricciones en Madrid, y no
contemplaba que Díaz-Ayuso no las aplicase. De hecho, con sorprendente
celeridad -de un día para otro, literalmente-, el desgobierno publicó la orden
ministerial que establecía dichas restricciones, señalando además que eran de obligado cumplimiento.
De
nada sirvió que la comunidad de Madrid señalara que la decisión no tenía validez jurídica, al no haber sido tomada con el consenso que exige la Ley (es
oportuno recordar aquí las palabras con las que Paulino Iglesias se estrenó, o
poco menos, en sede parlamentaria, y que no repetiré otra vez). Y a pesar de
que Díaz-Ayuso afirmó que no dejaría que intervengan Madrid con la trampa
del falso consenso, también señaló que Madrid no estaba en rebeldía y
cumplirá todas las órdenes de manera estricta porque no son como los
independentistas (ahí le has dado, Isabel). Pero como lo cortés no quita lo
valiente, procedió a recurrir la norma.
Por ello, y por mucho más…
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