Pasó tanto tiempo desde que compré el Primer libro de Lankhmar hasta que apareció el segundo que casi llegué a temer que nunca lo haría. Afortunadamente, me equivoqué.
Ya
mencioné en la primera entrada dedicada a Fafhrd y el Ratonero Gris que sus aventuras
caen dentro de lo que podríamos llamar género picaresco. Sus protagonistas no
se mueven por elevados ideales, ni por una misión superior o trascendente, pero
tampoco tienen un código de conducta sencillo. No son Elric, Frodo Bolsón ni
Conan el bárbaro, por citar, respectivamente, a representantes de esas tres vertientes
de la fantasía heroica. Son, de hecho, cualquier cosa salvo heroicos, ya
que lo único que buscan es sobrevivir (pasándolo bien en el proceso, más aún en
el caso del Ratonero), lo que no impide que, de cuando en cuando, realicen acciones
altruistas.
Centrándonos en esta historia en concreto, hay que alabar la originalidad de Leiber (en mi opinión, claro), al hacer que los malos de la historia sean ni más ni menos que una horda de ratas altamente inteligentes (al menos, sus líderes) que aspira, cágate lorito, al dominio mundial. Todo ello salpimentado, naturalmente, con las notas de humor y picantes que nunca faltan en las historias de este dúo tan peculiar…
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