martes, 27 de octubre de 2020

Reflexiones atemporales XXII: Tanto tonto y tan poco zasca

La indigencia dialéctica de la gente de izquierdas -incluso de aquellos que son objetivamente inteligentes, y alguno conozco personalmente- es verdaderamente pavorosa.

En Facebook hay grupos como Un millón de firmas en apoyo a Garzon (anteriormente, al gran juez Baltasar Garzón; parece que se les ha caído la venda, o que han cambiado de Garzón), Seguidores de Julio Anguita, Revolución española y otros que mezclan las consignas más simplonas -como que la reconquista no fue reconquista y que los árabes no eran invasores porque llevaban en España cientos de años- con los comentarios más fácilmente rebatibles (como mostrar una foto de Casado, Almeida y Díaz-Ayuso con el pie Nunca se vio a tres inútiles que llegaran tan alto, sin caer en que una con Sánchez, Iglesias y Garzón -cualquiera de ellos- es todavía más elocuente).

En general, me contengo y no les doy la réplica, pero a veces no puedo resistirme a tocarles las narices. Porque ahí radica la diferencia: no sólo en que yo soy más inteligente que ellos -como suelo decir, entre las muchas cualidades con las que el Señor me adornó no se encuentra la de la modestia-, sino que ellos están convencidos de sus tonterías, mientras que mis barbaridades las suelto para chincharles.

¿Y cómo sé si lo he conseguido? Sencillo: uno sabe que le ha tocado las narices a un rojo cuando, además de soltarte sus letanías -que sin franquismo, que si corrupción, que si patatín o que si patatán-, te llama facha.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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