La indigencia dialéctica de la gente de izquierdas -incluso de aquellos que son objetivamente inteligentes, y alguno conozco personalmente- es verdaderamente pavorosa.
En
Facebook hay grupos como Un millón de firmas en apoyo a Garzon
(anteriormente, al gran juez Baltasar Garzón; parece que se les ha caído
la venda, o que han cambiado de Garzón), Seguidores de Julio Anguita, Revolución
española y otros que mezclan las consignas más simplonas -como que la
reconquista no fue reconquista y que los árabes no eran invasores porque
llevaban en España cientos de años- con los comentarios más fácilmente
rebatibles (como mostrar una foto de Casado, Almeida y Díaz-Ayuso con el pie Nunca
se vio a tres inútiles que llegaran tan alto, sin caer en que una con Sánchez,
Iglesias y Garzón -cualquiera de ellos- es todavía más elocuente).
En
general, me contengo y no les doy la réplica, pero a veces no puedo resistirme
a tocarles las narices. Porque ahí radica la diferencia: no sólo en que yo soy
más inteligente que ellos -como suelo decir, entre las muchas cualidades con
las que el Señor me adornó no se encuentra la de la modestia-, sino que ellos
están convencidos de sus tonterías, mientras que mis barbaridades las suelto para
chincharles.
¿Y
cómo sé si lo he conseguido? Sencillo: uno sabe que le ha tocado las narices a
un rojo cuando, además de soltarte sus letanías -que sin franquismo, que si
corrupción, que si patatín o que si patatán-, te llama facha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario