Francamente, a veces uno se queda sin palabras para describir adecuadamente al personaje que preside el consejo de ninistros español y que es, por tanto, la tercera autoridad del Estado.
Miserable,
embustero, sin escrúpulos, traidor, desleal, fatuo, engreído, egoísta, soberbio,
psicópata, ambicioso… francamente, el diccionario se queda sin epítetos. Sin embargo,
creo que hay uno que lo resume todo y que, además, se puede escribir de dos
maneras: sinvergüenza.
Porque,
francamente, hay que tenerlos cuadrados para, en sede parlamentaria, dirigirse
a los senadores etarras lamentando profundamente el suicidio de uno de
los suyos que se encontraba preso. Sin darse cuenta, probablemente, que estaba
constatando lo que todos sabemos: que ETA y su apéndice político son una y la
misma cosa.
Lástima
que el ejemplo del finado no cunda entre sus correligionarios y quienes les
apoyan.
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