La coalición Frankenstein que ha armado el desgobierno socialcomunista tiene tantos miembros de tan distinto pelaje con objetivos tan contrapuestos que era sólo cuestión de tiempo que ocurriera lo que siempre puede producirse cuando se efectúa un trasplante de órganos (esto es, cuando se pone un órgano en un cuerpo que no es el suyo): que se produzca el rechazo.
Y
claro, si pones en la misma cesta a los herederos del orate racista y machista
y a los asesinos de la boina y la capucha, lo natural es que salten chispas,
porque los dos pescan en el mismo caladero y ambos pretenden no dejar crecer al
otro: los del PNV los han utilizado como una molestia útil para conseguir sus
fines; los etarras pretenden, a no dudarlo, eliminar a los que, para ellos,
deben ser una panda de blandos y de moderados.
Y
si riegas a los asesinos, los otros se empiezan a agostar. Por ello nos
enteramos hace un par de semanas que el PNV, mosqueado, dio un toque al
desgobierno y exigió a Sánchez no dar alas a Bildu en una reunión
discreta en Moncloa. No tan discreta, puesto que hemos acabado enterándonos del
lugar, el tema y los intervinientes.
Reparemos en los términos: dar un toque y exigir. Estos están más crecidos que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario