Si ayer comentaba que Sin Vocales jamás olvida una ofensa, real o imaginada, hoy toca hablar de un caso concreto, el de la líder esa de Andalucía, la que osó disputarle la secretaría general y la que, al menos a los ojos monclovitas, permitió que la derecha alcanzara el poder en la región que en Ferraz consideraban como su coto privado: la única que, desde la creación de las autonomías, sólo había conocido una férula, la suciolista.
Así
que sólo era cuestión de tiempo que el psicópata de La Moncloa girara su vista
hacia más allá de Despeñaperros y empezase a ajustar cuentas, reduciendo cada vez más la cuota de poder que todavía retenía Susana Díaz.
Por
su parte, Pablo Iglesias quiere tomar Adelante Andalucía y liquidar a Teresa
Rodríguez, la única figura neocom de un cierto relieve que todavía
resiste, como el pueblo de los irreductibles galos, el poder omnímodo (cada vez
más pequeño, pero cada vez más omnímodo, valga la contradicción, puesto que si
es omnímodo, es total, y no se puede ser cada vez más total) del Chepas.
Y mientras Susanita es cobarde como ella sola, Teresita no se calla ni debajo del agua (al menos, de momento). Se avecinan tiempos interesantes en la izmierda andaluza…
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