Cuando empecé con esta serie de reflexiones atemporales planteé que la idea general era que se trataba de cuestiones amplias, no constreñidas a una noticia en concreto. Sin embargo, el irme quedando sin material con el que sacar una entrega semanal -cadencia que intentaré mantener mientras me sea posible… y los que me conocen saben que trabajo mejor bajo presión, siempre que ésta se encuentre dentro de unos límites tolerables- ha hecho que, a veces, recurra a la extrapolación; esto es, a tomar una noticia y de ahí derivar una conclusión más amplia. Tal es el caso de la entrada de hoy.
No
me enrollo más y entro en materia. Cuando leí la noticia de que el Parlamento Europeo se niega a poner un belén por si resulta ofensivo no me hizo
falta leer la noticia; de hecho, todavía no la he leído (lo haré en cuanto
acabe este párrafo), con lo que no sé quienes son los hipotéticamente
ofendidos.
Leído
el párrafo, ya lo sé. No lo dice claramente, pero no parecen ser los musulmanes
-como pensé inicialmente, y que fue lo que me hizo poner el título a la
entrada-, sino los giliprogres, esos que se declaran no cristianos pero
que no tienen empacho en apuntarse a todas las fiestas cristianas que haya. Porque
los golpistas catalanes, al menos en esto, muestran más coherencia: dicen no
creer (es una manera de hablar) en la Constitución Española ni en España, y por
eso defienden trabajar el 12 de Octubre y el 6 de Diciembre. Una chorrada,
claro está, pero al menos es coherente.
Los
giliprogres no: ellos atacan, denigran y vituperan todo lo que tenga que ver
con el cristianismo, pero se aprovechan de ello cuando les beneficia. Disfrutan
de las vacaciones de Navidad, por más que las llamen del Solsticio de Invierno;
y de las de Semana Santa, aunque esté referenciada al Equinoccio de Primavera;
y de las fiestas mayores de sus pueblos y ciudades, que nueve de cada diez
veces coinciden con una fiesta religiosa.
Por
más que les moleste, la civilización occidental -de los Urales hasta el Pacífico,
marchando en dirección Oeste, pues América es hija cultural de Europa- descansa
en tres pilares: la filosofía griega, el Derecho romano y la moral
judeocristiana. Negarlo es fatuo; obviarlo es suicida. Porque aquellos que olvidan
de dónde vienen sólo tienen un destino posible.
El que da título a esta entrada.
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