En relación con la pandemia de la Covid-19, la Comunidad de Madrid es noticia, día sí, día también. Y no sólo por todas las maniobras trapaceras -o, al menos, así nos parecen a los que no comulgamos con las ideas y actuaciones del desgobierno socialcomunista- que provienen del palacio de La Moncloa, ni por las subidas o bajadas en el número de contagiados o fallecidos.
También lo son porque, a diferencia del consejo de ninistros, el grupo que se reúne en la Real Casa de Correos -aquí me estoy columpiando, pero asumo que, si el edificio que hay tras el kilómetro cero es la sede de la presidencia del consejo de gobierno regional, éste se reunirá en aquél- toma decisiones. Acertada o erróneamente, actúa. Y hace dos días decidió que no cerraría Madrid perimetralmente durante las Navidades -poniéndonos cínicos, cabría decir que no hace falta: si los madrileños pueden salir, pero no les dejan entrar a ninguna parte, en la práctica no tienen a dónde ir y el efecto es el mismo que cerrar Madrid... sin el desgaste que ello supone: Isabelita va aprendiendo- y que mantendría abierta la hostelería.
Que es mucho más de lo que se puede decir de la
cuadrilla del dúo Picapiedra, por cuya inactividad criminal y psicópata
han muerto tantos y tantos españoles.
Por ello, y por mucho más…
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