El modo de actuar en el Partido Suciolisto ya lo definió, hace casi cuatro décadas, el hermano de miemmano, y se resume en la conocida frase el que se mueva, no sale en la foto.
Es
decir, que habrá casos en los que figuras del partido, incluso figuras con un cierto
peso o con relativo poder territorial, podrán discrepar de la línea oficial del
partido, pero siempre de boquilla, e incluso podríamos decir que con la boca
pequeña: llegado el momento de la verdad, se cuadrarán antes las órdenes de Ferraz
y obedecerán con fidelidad perruna.
Ocurrió
en los años ochenta y noventa del siglo pasado: Rodríguez Ibarra lo era todo en
Extremadura (el bellotari, le llamaban), y criticaba las concesiones de
los gobiernos de González a los partidos regionalistas vasco y catalán, pero ni
una vez, que yo recuerde, votó en contra de lo que había decidido el Gobierno,
es decir, el partido, es decir, Felipe González.
Más
sangrante aún es el caso de Alfonso Guerra, al que ahora se le llena la boca
hablando de los golpistas catalanes, pero que siendo presidente de la comisión
constitucional del Congreso de los Diputados votó a favor -¡a favor!- del
sedicente y sedicioso estatuto de autonomía de Cataluña.
Y
ahora, ante el pacto entre el desgobierno socialcomunista y el partido de los
terroristas -que, bien (mal) mirado, no es sino la continuación del conchabeo que
ambas ideologías han mantenido en el último medio siglo-, algunos barones han
alzado la voz… pero poquito, porque enseguida ha llegado Sin vocales, los ha puesto firmes y han reculado.
Casi se podían oler las heces, deslizándose por la patita abajo…
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