Uno de los problemas de la mentalidad secesionista catalana -y la vasca también, pero ese es otro tema sin una serie propia de entradas- es que se consideran el ombligo del mundo, cuando a lo más que llegan es a forúnculo en el culo; o, en palabras de un conocido mío, se creen mierda y no llegan a pedo.
Pase
porque quieran regir la vida de todos y cada uno de los que habitan en su región;
admitamos, incluso, que pretendan hacerlo en todo el territorio de lo que
llaman los países catalanes (admitirlo a efectos de debate, se entiende).
Pero lo que está fuera de toda medida, hasta para sus enfermas neuronas, es que
aspiren a dirigir al resto del mundo con arreglo a sus caprichos.
Porque
¿cómo interpretar el que los independentistas se molesten -es decir, acosen-
con una cadena de supermercados que ofrece un concepto outlet, en el que
se venden todos los productos con importantes descuentos, porque entre sus
productos haya tres cavas catalanes, pero ningún vino de esa región? Y ello, a
pesar de que la cadena, de origen madrileño, indique que no hemos encontrado
ninguna oferta de vino catalán para poder ofrecer un precio atractivo a nuestros
clientes, pero más adelante seguramente habrá.
Es decir, si no hay manera de hacer una oferta de vino catalán, la culpa sería -a ojos de esos racistas con la barretina atornillada- del comercio, y no del vino.
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