Hubo bastantes que acusaron a Mariano Rajoy de tancredismo, esto es, de no hacer nada esperando que los problemas se solucionasen solos, o por el paso del tiempo, que viene a ser lo mismo.
Quizá
fuera cierto, pero si la línea de actuación del rajoyato se basó en el
tancredismo, la de su sucesor como tercera autoridad del Estado -¡cómo tiene
que joderle, a alguien tan ambicioso como él, no ser ni siquiera la segunda,
con lo alto, guapo y listo que es… a sus ojos, claro!- es un tancredismo
elevado al cubo.
Y
si semejante actitud, aunque criticable en toda circunstancia, es admisible en
una coyuntura más o menos favorable, cuando uno se encuentra en un barco que no
sólo va a la deriva, sino que se está hundiendo -valga la expresión- cuesta
abajo y embalado -cuando uno está en el Titanic, vamos-, es directamente
suicida.
Y
lo malo no es que, ante la pandemia, no hagan absolutamente nada. Con ser
nefasto, lo que es todavía peor es que tampoco dejen hacer nada a los demás. El
ninisterio de Mortandad tiene desde hace un mes un detallado plan
presentado por la comunidad autónoma de Madrid para hacer test en farmacias. ¿Y
qué ha hecho el filósofo perico en todo este tiempo? Pues descolgarse en Nochebuena diciendo que el plan se puede estudiar, pero que las cosas
con seguridad, con calma y sin apresurarse. Por esta línea, todos directos
al cementerio.
Por ello, y por mucho más…
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