George Orwell retrató a la perfección lo que era el comunismo. Asesino como su excrecencia el fascismo -no olvimos que Mussolini era socialista, y Hitler comandaba el partido nacionalsocialista-, éste no tenía la hipocresía de afirmar que todos fueran iguales, sino que defendía la existencia de un grupo -una raza, un partido, lo que fuera- superior.
Los
comunistas no. En teoría, todos son iguales; pero, al modo de la granja en la
que los animales se rebelan, algunos son más iguales que otros. Y así, mientras
se establece que las reuniones en Navidad estarán limitadas a diez personas, la
ninistra de Paro, alias Begoño II, se reúne para cenar en un
local público con un grupo que doblaba esa cifra.
Por ello, y por mucho más…
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