El científico judío nacido alemán, nacionalizado suizo y que falleció siendo estadounidense dijo -o dicen que dijo- en cierta ocasión que sólo había dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana… y que de lo del Universo no estaba del todo seguro. Lo dijera don Alberto o fuera otra persona, dio en el clavo: la estulticia humana es infinita.
Ya
hace tiempo que los ofendiditos (léase, los adalides de lo que se llama
políticamente correcto) bramaron contra Las aventuras de Huckleberry Finn
porque a Jim, un esclavo negro, se le llamaba en el texto nigger (negro),
que ahora podrá tener connotaciones racistas, pero que hace siglo y medio era
como se llamaba a los negros en los alrededores del Mississippi.
Ahora,
en un partido entre el Estambul y el Paris Saint-Germain, el equipo turco se
retiró del partido por lo que consideraron un insulto racista por parte de los árbitros. La cosa fue más o menos así: ante una protesta del banquillo turco por
una decisión arbitral, el principal preguntó a sus asistentes cual de los
entrenadores había sido el chillón, a lo que el asistente dijo el chico negro. Teniendo en cuenta que en el banquillo turco todos eran (más o
menos) blancos menos uno, aludir a su raza era el medio más rápido de
identificar al ofensor.
Esto
es como cuando Jesús Gil, al referirse a uno de sus jugadores (Océano, creo
recordar que se llamaba), dijo ese negro gilipollas, o expresión
parecida. Los biempensantes pusieron el grito en el cielo acusándole de
racista, cuando el insulto estaba en gilipollas, y lo de negro
era sólo para una rápida identificación. Si, refiriéndome a Cristiano Ronaldo,
yo dijera el delantero portugués es un chulo, que nadie piense que soy
lusófobo: me limito a identificar a la persona con una perífrasis, sin ningún
ánimo ofensivo.
Y si yo, de viaje por (pongamos) el Congo fuera identificado como ese blanco, no me sentiría racialmente significado. Todo lo más, lamentaría destacar tanto por el color de mi piel.
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