Quizá el sistema de las autonomías haya traído algún efecto beneficioso, no lo sé. Lo que si sé es que el principal objetivo, que era la libélula vana de la vana ilusión de contentar a los partidos regionalistas vasco y catalán, estaba condenado al fracaso desde el principio, porque como los parásitos que son, nunca se iban a dar por satisfechos.
Pero
ha sido en esta época de crisis -política, económica, sanitaria- cuando más se
aprecia la mayor y más importante de las fallas: se ha dado demasiado poder a
quienes no están capacitados para gestionarlo; o, dicho de otra manera, cada
región barre para su casa, o baila según le suena la música o, to put it into
a nutshell, que dirían los angloparlantes, hacen lo que les sale de los
dídimos.
Porque
el ministerio de Mortandad, aunque no valga para nada (útil o
beneficioso, se entiende), se supone que debe coordinar la respuesta a la
pandemia en toda España; pero el gobierno regional catetonio ya ha
anunciado (implícitamente) que pasará del filósofo perico y (explícitamente)
que arbitrará sus propias restricciones a la movilidad durante el periodo navideño.
Visto
lo bien que lo han hecho hasta ahora, si fuera catalán saldría por patas, pero
¿a dónde? Están por todas partes rodeados de socialistas, los únicos capaces de
hacerlo tan mal como ellos…
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