El salvaguardar la relativa independencia de la que goza la Justicia en España ha devenido casi imprescindible. No sólo por salvaguardar el principio de la separación de poderes formulado hace casi tres siglos por Charles de Secondat, sino porque se han convertido casi en el único dique de contención entre el desgobierno socialcomunista (y allegados) y el abismo al que parecen querer arrastrar a España.
Digo
esto porque el Tribunal Supremo ha decidido revocar el tercer grado y denegar la
aplicación del artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario a los nueve
golpistas condenados por el golpe del 1 de Octubre. O, dicho en román paladino
(la lengua de las bestias, que diría Chistorra): que vuelven a estar
entre rejas, en la trena, a la sombra, tras los barrotes.
Ahora,
si alguien tirara la llave…
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