El gran problema de los partidos llamados españolistas en las comunidades llamadas históricas es que se han mimetizado de tal forma con las formaciones regionalistas que a veces resulta difícil saber, en una prueba a ciegas, sin un postulado ha sido proferido por unos o por otros.
Así
ha ocurrido con los socialistas cuando han gobernado en Cataluña o en
Vascongadas: han practicado una política que en poco, por no decir en nada, se
diferenciaba de la de los epígonos de Sabino Arana o de los sucesores de Jorgito
Polluelo. Y así pasa con el Partido Popular en Galicia, que practica una política
de ahogamiento lingüístico del español que en nada tiene que envidiar a
la de los supremacistas vascos o catalanes.
Porque
la normalizadora de la administración regional, dirigida por alguien que
sonó como posible dirigente nacional del partido, dice cosas como que ninguna persona culta debería atreverse a hablar español en público.
Vamos a ver, señora (y, como diría Groucho Marx, empleo el término porque no tengo el disgusto de conocerla demasiado bien): ninguna persona debería decir semejantes cosas en público; y si es alguien que, como al parecer usted, se blasona de culta, mucho menos. Porque con el gallego, así son las cosas, no vas más allá de Ribadeo, o de La Raya por el otro lado.
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