Ante la petición por parte de Ucrania de convertirse en miembro de la Unión Europea -mi lado cínico respondería que no saben dónde se meten-, el pleno del Parlamento Europeo votó mayoritariamente a favor de acelerar el proceso para conceder a Ucrania el estatus de candidato a la UE de acuerdo con los tratados comunitarios y en función de sus méritos, mientras en paralelo se trabaja en la integración de ese país en el mercado único europeo.
La eurocámara se
pronunció así, a poco de haberse producido la invasión de Ucrania por parte de
Rusia, a favor de lo que se interpretó como señal de apoyo a Kiev ante la
invasión, una petición que realizaron de manera conjunta ocho países de la
Unión tan solo un día después de la solicitud. Estos ocho países eran Bulgaria,
Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, Eslovenia, Eslovaquia y República Checa. En
el mismo sentido, aunque actuando por separado, se pronunció Rumanía.
¿Qué tienen en común estos
nueve países? Que los nueve se encontraron bajo la égida soviética tras la Segunda
Guerra Mundial. Es decir, y por ser claros: que los nueve saben de lo que
hablan. Quizá deberíamos hacerles caso.
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