El psicópata de La Moncloa presenta (entre otros) dos defectos en grado superlativo: egolatría y desvergüenza.
Respecto a lo primero,
no hay más que ver la cantidad de medios que ha desplegado, desde que detenta
la presidencia del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer, en glosar todos y cada uno de los minutos de su vida, desde rascarle
las orejas a su mascota hasta corretear por los pasillos en pos del pedófilo
senil, sin que éste le haga ni puñetero caso.
Respecto a lo segundo,
deriva en parte de lo primero. A cualquier persona se le caería la cara de vergüenza
ante lo ridículo de lo que se hace para halagar su ego: aplausos de los ninistros
a la vuelta de un consejo europeo en el que no consiguió nada de nada, fotos
haciendo como que alguien le presta atención en relación con la invasión de
Ucrania…
Pero nadie, ni González
o Aznar en el culmen del síndrome de La Moncloa, habían llegado al punto de consentir
una serie de televisión -un docudrama, se dice ahora… más drama que
docu, hablando de quien hablamos- en la que se mostrará su faceta humana.
Ya hemos tenido bastante de su faceta pública: la humana, que se la guarde para Begoño y las niñas,
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