Cuando un agresor ofrece negociar, es que no está demasiado seguro de que vaya a conseguir lo que desea al precio que desea.
Por eso,
cuando apenas diez días después de la invasión, Rusia planteó exigencias a
Ucrania -Crimea, Donbas y no solicitar el ingreso en la OTAN ni la Unión
Europea- para frenar la invasión, cabía interpretar la cosa de dos maneras: o
veía que no podía obtener esos objetivos por la fuerza de las armas… o se
trataba de una trampa para ganar tiempo.
Visto el
desarrollo de los acontecimientos más de un mes después, al menos la primera
interpretación era correcta.
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