La estulticia del giliprogrerío, o su cobardía, está alcanzando unos niveles tales que parecen difíciles de superar. Sin embargo, una y otra vez, lo consiguen.
Tomemos el caso de la
candidata del pedófilo senil al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Esa que,
saltándose todas las reglas de los principios de mérito y capacidad, fue
elegida por ser mujer y negra.
Porque, interrogada en
su comparecencia ante el legislativo, fue esquivando todas las preguntas
relacionadas con la sedicente ideología de género. Y cuando, ya
acorralada, se le pidió una definición de la palabra mujer, salió por
los cerros de Vermont (elige tú, querido lector, cualquier otro de los cuarenta
y nueve estados restantes si el que he seleccionado te molesta) y dijo que no podía darla porque no era bióloga.
Yo tampoco lo soy, pero
sí podría darla. Lástima que no sea ni mujer, ni negra ni estadounidense,
porque tendría opciones de llegar al Supremo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario