Muchos en la izquierda, y demasiados en la derecha, tienden a considerar al PSOE como un partido constitucional. Lo hacen porque olvidan las palabras con las que se estrenó parlamentariamente su fundador: este partido estará en la legalidad mientras la legalidad le permita adquirir lo que necesita; fuera de la legalidad cuando ella no le permita realizar sus aspiraciones.
Es decir, para el PSOE el
fin -el adquirir y detentar el poder- es lo importante, y a él supeditarán
todo; llegado el caso, pueden llegar a fingir que se someten a la normas, pero
sólo será un fingimiento. Es decir, en cualquier situación en que se vulnere el
ordenamiento jurídico -aunque se trate de normas aprobadas por ellos-, serán
parte del problema, y nunca de la solución.
Es lo que pasa, por ejemplo, en Cataluña, donde la franquicia regional se opone a reponer la bandera de España en todos los edificios públicos de la región.
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