Suelo decir que en internet está todo, sólo hay que saber buscarlo. Pues bien, no he logrado encontrar -o no he tenido paciencia suficiente- la explicación de qué es exactamente un imposible ontológico, aunque supongo que debe ser algo parecido a lo que sintetiza la frase atribuida al torero Rafael Guerra que da título a esta entrada.
Porque cuando leí que el
PSOE, a través de una enmienda a su propio proyecto de reforma de la Ley Concursal,
pretendía que Si el nombramiento de fiscal general recayese sobre un miembro
de la Carrera Fiscal (¿y a quién van a nombrar fiscal general del Estado?
¿A un picapedrero? Es que España, efectivamente es diferente) quedará en
situación de servicios especiales y adquirirá la categoría de fiscal de Sala
del Tribunal Supremo una vez se produzca su cese, y que la ninistra de
Injusticia lo justificaba afirmando que es una exigencia del Grupo de Estados
contra la Corrupción (Greco), dependiente del Consejo de Europa (pues vaya
recomendación), para que la mucama del juez prevaricador tuviera una salida digna, lo que pensé es que una que como notaria mayor del Reino fue una
nulidad -recordemos que, por no permitir poner una bandera constitucional
(mientras sea rojigualda y guarde las proporciones, cualquiera lo es) sobre el
féretro del Generalísimo tras la profanación de su sepultura, le colaron el
pabellón del Caudillo como Jefe del Estado-, y como fiscal general del
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer está sumiendo el
puesto en un albañal que hace que los del pollo del Pinar y los de Pícaro
Conde Pumpido semejen manantiales cristalinos, no puede tener una salida digna,
pues carece de dignidad.
Lo dicho, un imposible ontológico. Pero qué sabrán éstos de ontología…
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