A izquierdistas, terroristas y separatistas se les llena la boca calificando de fascistas a todos los que no piensan como ellos; a todos, en realidad, los que ejercitan el derecho a pensar, que es lo que esos totalitarios no hacen.
Pero si hay alguien
verdaderamente fascista -totalitario, intolerante, excluyente, xenófobo,
identitario- son los que conforman los apoyos del desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer. Y no pierden ocasión de demostrarlo a las
primeras de cambio.
Una de las últimas ocasiones
se produjo con ocasión de la propuesta del Partido Popular de conceder a Pío
Baroja la medalla de oro de la ciudad. Sólo votaron a favor los concejales de
la formación política proponente, el Partido Popular; en contra, todos losdemás.
Pero, a la miseria moral, añadieron la cobardía, puesto que las razones que expusieron bordeaban
el ridículo: para los neocom con boina, no parece que la figura de la
medalla de oro sea la más adecuada para profundizar en su figura y en su obra;
para los suciolistos, Baroja ya goza de reconocimiento en espacios
públicos de la ciudad, además de que fue muy crítico con la ciudad,
llegando a escribir en 1.917 que su espíritu era lamentable, y que allí
no interesa la ciencia, ni el arte, ni la literatura, ni la historia, ni la
política, ni nada; en cuanto a los separatistas, tanto los sacudeárboles
como los recogenueces se negaron a otorgar la Medalla, pero remarcando
que eso no quería decir que rechazasen a Baroja.
Con lo cual, cien años después, el eximio escritor -no recuerdo haber leído ninguna obra suya, pero si es capaz de concitar el rechazo de tantos necios tuvo que haber sido un grande- sigue teniendo razón.
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